viernes, 17 de septiembre de 2010

Reynerio

El último email de Reynerio dejó explícito el poder de la palabra, esa que arde, desabriga, aniquila, mata y también inspira y es musa en ese parpadeo de la vida que no se ve, pero existe.
Bienvenidas las palabras que nos alcanzan sin desdén ni cálculo inundando la necesidad de rectificar los olvidos, los errores, los temores, el silencio de mis dedos, el íntimo suspiro de la tierra que no nos deja escapar de la melancolía.
Más allá de los encuentros-desencuentros y de las distancias salvadas desde Calle Siete, siempre hay un ser humano esperando la palabra intencionada, la que aclare determinado lugar de origen, el reclamo anónimo por los matices, o aparece Rafael para recordar las amistades de Maricela, o esa que te lleva a uno de los atajos del camino donde conocí a Huguito, un amor de adolescentes no confesado.
De todos modos está igualmente la de Kenia desempolvando recuerdos a través de los ojos de mi padre, o simplemente la del colega David Rodríguez, quien me recuerda, con su mirada entrañable, que esta vale mucho en los labios de la dignidad.
Y en ese revolotear de la palabra andamos todos, ustedes y yo deshaciendo nostalgias por el Bayamo taíno que nos envuelve con el embrujo de su modernidad.