lunes, 15 de enero de 2018

Julio me regaló una flor



A Julio Castillo ya lo conocía de pasada, sí, por las tantísimas veces que los sábados o domingos visito de modo recurrente el mercado agropecuario Luis Ramírez López, de Bayamo, capital de la suroriental provincia de Granma.
Siempre lo veo en uno de los puntos de venta de productos cárnicos, en su actividad habitual, porque Julio es comerciante; y he considerado  que tiene no solo aptitud, sino capacidad para ejercer su trabajo.
Reconozco que los comerciantes ejercen una de las profesiones más antiguas del mundo. Se ha dicho en la historia del comercio que  las transacciones  en el Neolítico se desarrollaban en la Agricultura, después se fueron ampliando y evolucionando con actividades como el trueque hasta la aparición del dinero.
Muchos miran el oficio de forma despectiva, por la presencia de algunos  que tratan de engañar, en el mismo acto de la transacción comercial, es decir mientras presta el servicio, ya sea alterando las pesas o con otro tipo de artimaña; aun cuando no todos actúan de esa forma.
Calle Siete ha observado el modo en el que Julio, -con sus derechos y obligaciones- acerca a los clientes a sus productos, por esa razón lo caracterizo como un profesional que comercia.
Este sábado no solo compré carne en su puesto de venta, Julio me regaló una flor, y yo, tuve que regalarle una sonrisa.

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