Desde que el mundo es mundo ha existido la preocupación por el envejecimiento del hombre, fíjese que ya desde la comunidad primitiva las personas de más edad se encargaban de la toma de decisiones y consejos para el resto de la familia; pero Victorino López Martínez, con 72 años de edad, no se detiene en detalles como ese.
Por estos días, cuando su presión arterial casi le revienta la caja toráxica burló a la muerte, y también a quienes en susurros, y de boca en boca, le habían privado de la vida: ”Se llevaron grave a Victorino”, “Se murió”, “Y ahora qué será de la viuda”, “Pobre Mireya”, “Qué se va a hacer esa mujer?”, “Ni un hijo”,
“Dónde lo van a velar?”, “Será en Guisa, porque él es de allá”…
Pero de repente alguien trajo al barrio una noticia actualizada: “No se ha muerto Victorino, está en la sala de terapia intensiva del Hospital provincial clínico quirúrgico docente Carlos Manuel de Céspedes”, (del municipio de Bayamo).
“Lo cierto es que estuve tres días ingresado por una cardiopatía severa y no me faltó nada para recibir los cuidados con amor, tecnología, y sin pagar ni un centavo. Aquí estoy vivito por la ayuda, apoyo de los vecinos, y el tratamiento médico de calidad.”
Ahora mismo lo dejé en el consultorio médico de la familia, un programa de atención primaria iniciado en Cuba, en 1984, con el objetivo de acercar los servicios de Salud a la comunidad y sobre todo con un elevado sentido de prevención.