"Si el vaquero calza botas, espuelas, buena montura, lazo, sombrero, pantaloneta y una sonrisa, entonces pertenece a la empresa agropecuaria Roberto Estévez Ruz", es la imagen que refleja el quehacer y el rescate de las mejores tradiciones ganaderas en Cauto Cristo.
Ya lo sabía yo. Si el periódico detenía su mirada en ese municipio, no era por puro placer. Se convirtió en el primer territorio de la provincia de Granma en iniciar el programa de la entrega de leche en las bodegas y donde el campesino sale de madrugada de su casa y, a puro brazo, rompe el vientre de la tierra, la besa, la posee y quiere levantarse todos lo días y mirar qué le hace falta para multiplicar los frutos.
A mis colegas de La Demajagua y a mí, su gente nos dijo verde con ojos de monte, y mientras Henry Figueredo -al frente del Poder Popular allí desde hace ya 10 años- o Armando Santiesteban Piña, el director general de la empresa, hablaban de los propósitos para sustituir importaciones en tomates y pimientos; lo alcanzado en la producción mercantil, o la batalla contra el marabú y el delito, sin un solo alarido de queja ni tristeza, comprendí que juntos somos completos y nos miramos con orgullo conociendo nuestras diferencias.
Calle Siete ya conoce que Cauto Cristo no es el ruido del río arrastrando las piedras pulidas. Cauto Cristo es grande como la esperanza y el valor de los hijos en todos los rincones de sus días. Cauto Cristo crece y aprende a crecer para refrescar la aridez de este tiempo con la misma fuerza de los caballos salvajes que cobija y fomenta.