Cuando Luis Ángel, el hijo de Olguita, que estudia en Secundaria Básica, vino buscando ayuda de Calle Siete para un trabajo extraclase de Artes Plásticas, intercambiamos criterios sobre la obra Naturaleza muerta con piña, de Amelia Peláez, una pintora que dejó su huella en la cultura nacional por su honda raigambre criolla, singular sentido de exuberancia y la vivencia de la luz, elementos a los que hizo protagonistas de su producción y cuya presencia enriqueció con soluciones cubanísimas.
Luis Ángel es un niño feliz aun cuando siente la lejanía de su padre, Manuel Ángel Cardero Negrín, uno de los médicos que cumplen misión internacionalista en Mali, porque siente la necesidad de estrechar sus conocimientos sobre la Medicina con las manos de todos, y mientras me recordaba que hoy es el Día internacional de la infancia yo no dejaba de pensar en los más de 600 millones de esos pequeños seres que en el mundo carecen de asistencia social y les han obnubilado los sueños de contar algún día con una formación cultural integral.
Si hay un rincón de la Tierra con la ternura suficiente para proteger, incluso jurídicamente -ahí están los códigos de la niñez y la Juventud- desde la maternidad y promover con la misma intensidad actividades por el bienestar de las niñas y los niños, ese lugar es Cuba, pero no se conforma y multiplica ese quehacer con programas y estrategias en otras latitudes y países como Haití para promover una niñez sana y con las elementales condiciones para su desarrollo.
Veo a Luis Ángel y a sus amigas y amigos de Bayamo, y confirmo que son geniales, dulces, espontáneos, ocurrentes, traviesos, inteligentes ... y no hay eco mejor que el de sus carcajadas.
Sé que hacen de las suyas, aun así suscribo las sabias palabras de Yibrán Jalil Yibrán, (1883-1931) poeta, pintor, ensayista y novelista libanés, cuando elijo alejarme de la sabiduría que no llora, la filosofía que no ríe y la grandeza que no se inclina ante los niños.