Oscurecía en la Villa Cautillo un día cualquiera del año, después de la Serie de Oro del béisbol cubano Despaigne andaba de prisa pero se detuvo un instante para que por fin Daniel, Lisandra, Carlitos y Rafael atraparan uno de sus más límpidos sueños del momento: una foto con uno de los principales jonroneros de los últimos años.
Dicen que es el one, el inmenso, el mejor bateador de la actualidad, que no tiene rival y otros calificativos que dan deseos de comérselo, aunque sentimos no habérnoslo comido - sin hablar de numeritos ni de récords- cuando las jugadas no le salen como lo desean Calle Siete y sus alrededores. Eso sí, de que lo queremos, lo queremos.
Alfredo Despaigne Rodríguez nació en el municipio de Palma Soriano, en la vecina provincia de Santiago de Cuba, y vino a Granma solo por su pasión por la pelota resultó seleccionado el Jugador Más Valioso del V Campeonato Mundial Universitario de Béisbol, de Tokio, Japón, en el 2010; en la XLIX Serie nacional registró una actuación de leyenda con performances inéditos en torneos domésticos; en la XXXVIII Copa Mundial celebrada en Barcelona implantó récord de 10 jonrones. Hay quienes lo comparan con Kindelán, Junco, Linares ...
No se imaginó el profesor Ángel Guillermo Ortega Liens, cuando lo captó, que el joven atleta, jardinero izquierdo de Los Alazanes, que luce con orgullo el número 54 en su uniforme, hijo de Maricelis Rodríguez González y Alfredo Despaigne Maceo, y también campeón intercontinental, que ocupara un lugar no solo en las estadísticas de la 50 Serie nacional, sino, incluso, en el corazón de los aficionados, que somos la mayoría de quienes habitamos la Isla.
Lo cierto es que el Despa nos deleita hasta la catarsis cuando pone a volar la pelota, la deja caer detrás de la cerca o nos regala una que otra jugadita espectacular, de esas que él sabe hacer.