Hoy he tenido presente a Elisa Aguilar, una de las correctoras de La Demajagua, el periódico de la sur oriental provincia de Granma. no sé si es por lo que ella describe de las bayamesas ferias agropecuarias o porque no consigue amoldarse a las peripecias que se necesita hacer en El Chapuzón o porque yo no siento por estas ni un ápice de semejanza a mi ideal sobre las ferias, ni siquiera por la historias ya escritas.
Definitivamente muchos con los que he tenido el privilegio de intercambiar criterios opinan que los precios de los particulares en La Vega del río Bayamo están por las nubes y se saben desprotegidos porque impera la ley oferta-demanda, otros aseguran que existen bajos niveles de productos y falta mayor variedad; ello, sin contar problemas organizativos, además de personas de territorios vecinos, que, sin lugar a dudas, vuelven más compleja la disciplina social.
Por estos días leí en un reportaje de Juan Farrell Villa y Luis Carlos Frómeta, que Esmel Seyera Cedeño, director de la Empresa de Acopio en Granma reconoció que la comercialización se afecta por los incumplimientos en la entrega de los volúmenes de productos contratados con las bases productivas; y yo me pregunto qué pasa con quienes incumplen las relaciones contractuales, cómo se le explica a la gente que determinada cooperativa faltó a su compromiso o que otras ni siquiera se toman la molestia de aportarle algo a su mesa?
En Cuba han tenido bastante popularidad. En Calle Siete determinadas personas aprovechan esos espacios quincenales de Calle 15, para abastecerse de viandas, hortalizas, carnes y vegetales. A mí, particularmente, no me gustan las ferias agropecuarias, prefiero visitar un mercadito o una placita cualquier día de semana y encontrar los productos que necesito llevar para la olla... y si son baratos, mejor!