El Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, realizado en el Palacio de Convenciones, en La Habana, hace apenas unos días, quizás trascienda, como ha dicho Miguel Barnet, presidente de la organización nacional, como laboratorio de ideas, un nicho de debates y un sitio para promover lo mejor y más valedero de la cultura.
Los ímpetus que en la VIII edición vigorizaron se sintetizó en la salvaguarda de la cubanía; pero sobre todo quedó explícita la contribución de los creadores a restañar los tejidos del alma de la nación, recuérdese al etnólogo, antropólogo, jurista, arqueólogo, periodista y estudioso de las raíces histórico-culturales afrocubanas don Fernando Ortiz.
Pero, qué es la cubanía sino ese discurso continuo, fluido, con curvas formales relacionadas a través de la diversidad misma, la cotidianidad en la que nos movemos y que, además, resulta imprescindible.
Calle Siete reconoce que aun cuando los intelectuales y artistas han tenido a la cultura en el centro de sus debates y preocupaciones resulta estratégico continuar cultivando la espiritualidad.
Confío en que la UNEAC en Granma, -al frente de la cual se desempeña Luis Carlos Frómeta, quien fungió durante 15 años como director del periódico provincial La Demajagua- siempre esté ahí con sutiles manos para esculpirlo todo; ojos escrutadores para observar, y el corazón latiendo para hacer propuestas, y velar por que se estimule, respete, proteja y defienda la no solo la creación intelectual y artística, sino la cultura cubana.
Yo sé que la recompensa será doble.