Esta
mañana estuve en el encuentro Tengo una historia que contar, espacio promovido
por la delegación de jubilados de la Unión de Periodistas de Cuba en la provincia
de Granma, dedicado, en el día de hoy, desde la redacción del periódico La
Demajagua, a recordar el quehacer y la creatividad del fotorreportero de
Bayamo Ángel Cordoví Benítez.
Cuando
lo conocí, en el departamento de Información recorrimos mucho camino juntos.
Sus fotos, elocuentes y eficaces, tocaban el corazón de los lectores, en una
época en la que se requería de química y de tiempo para el revelado. Ya, para
ese entonces se destacaba por el rigor, el cuidado con la luz ambiental, la
armonía figura-fondo, imaginación y sobre todo, le daba la necesaria
importancia al cuadro psicológico.
Algunos
colegas lo han catalogado como un noble servidor de la lente, con la que demostró sus habilidades artísticas e informativas cuando todavía no se conocía
de las nuevas tecnologías: teléfonos
móviles, videocámaras y otros artefactos para captar imágenes ni del
inicio de otra era para el fotoperiodismo.
Por
encima de rancheras, refranes y los chistes con los que hacía rabiar a muchos
conocidos y familiares, Cordoví amó la fotografía periodística, y las trabajaba
con suficiente actualidad, objetividad, veracidad, precisión y estética.
La
práctica de ilustrar historias noticiosas lo llevó a conservar imágenes como
la tomada el 18 de diciembre de 1986, de Fidel y Raúl en Cinco Palmas, al cumplirse 30 años del
reencuentro de los líderes, después del revés de Alegría de Pío.
Calle
Siete, entonces, suscribe las palabras del periodista Martín Corona Jerez, de la Agencia Cubana
de Noticias, quien agradeció la invitación a un encuentro de amor de
solidaridad, en el que se resalta la belleza de las personas sencillas, los
detalles hermosos del ser humano y la multiplicidad de significados. Y,
asimismo, desde ese punto de vista, se aprende a reconocer los errores y a
perdonarlos, a resaltar las virtudes y a disfrutar de las cosas entrañables de
la vida.