A
Julio Castillo ya lo conocía de pasada, sí, por las tantísimas veces que los sábados o
domingos visito de modo recurrente el mercado agropecuario Luis Ramírez López,
de Bayamo, capital de la suroriental provincia de Granma.
Siempre
lo veo en uno de los puntos de venta de productos cárnicos, en su actividad
habitual, porque Julio es comerciante; y he considerado que tiene no solo aptitud, sino capacidad para
ejercer su trabajo.
Reconozco
que los comerciantes ejercen una de las profesiones más antiguas del mundo. Se ha dicho en la historia del comercio que las
transacciones en el Neolítico se
desarrollaban en la Agricultura, después se fueron ampliando y evolucionando con
actividades como el trueque hasta la aparición del dinero.
Muchos
miran el oficio de forma despectiva, por la presencia de algunos que tratan de engañar, en el
mismo acto de la transacción comercial, es decir mientras presta el servicio, ya
sea alterando las pesas o con otro tipo de artimaña; aun cuando no todos actúan
de esa forma.
Calle
Siete ha observado el modo en el que Julio,
-con sus derechos y obligaciones- acerca a los clientes a sus productos, por esa razón lo caracterizo como un profesional que
comercia.
Este
sábado no solo compré carne en su puesto de venta, Julio me regaló una flor, y yo, tuve
que regalarle una sonrisa.