Cierro los ojos para dibujar en mi memoria la figura de Leandro y solo consigo imaginar ese mare magnum de sentimientos que le desborda la vida, no como una ola que llega dócilmente a llenarle los sueños sino como la que rompe con fuerza los arrecifes y convierten el hecho en un gran espectáculo.
Parpadeo una y otra vez mientras volteo la página de Calle Siete y allí está en la pizarra de noveno grado Leandro Martínez Rodríguez declarándole su amor públicamente a una de las veinte niñas que estudian en el aula cuatro, de la escuela secundaria básica urbana Camilo Cienfuegos, de Bayamo; o sacando desde lo más recóndito de su ser el grito que le brota limpio hasta dejar sin aires sus pulmones: !Patricia, te amoooooooooooooooooooooooooo!!!
Quiero saber qué hay más allá y encuentro a un adolescente de 14 años de edad, aferrado a cultivar su intelecto, su ternura, sus relaciones sociales y aun cuando se sabe víctima del divorcio de sus padres, desborda sus pasiones en la práctica de balonmano, deporte que, por el momento, le acaricia las expectativas y quizás lo lleve a alcanzar el horizonte.
Ya lo tengo decidido, voy a conocer a este joven que no distingo físicamente, que viene de una familia disfuncional; pero que estoy segura se convertirá en una persona especial con la ayuda de sus compañeros y profesores, y, porque definitivamente no importa desde dónde venga el hombre, y sí hacia adónde va. Leandro lo sabe!
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