Cuando Magalys, la peluquera de Calle Siete, me encontró en la bodega, no pudo aguantarse la lengua delante de los consumidores que desbordaban el local: Mira la mosquita muerta, qué calladito te lo tenías, leí el comentario de Vladia Rubio en tu blog, dijo con cara de asombro.
Mientras recibía con un poco de pena y hasta de rubor los elogios de mi vecina, mi memoria viajaba por cada una de las palabras que la periodista me regaló, buscando no solo inicios, desenlaces, historias, momentos ... y mi crecimiento como persona.
Lo cierto es que comencé a escribirlo casi sin darme cuenta, quizás porque creo en la vida y en la Literatura, en las exigencias de los colegas y de una época que me incita a leer, releer, investigar, reflexionar, superarme; y de cierto modo hasta a apoyarme en la inspiración, que para mí, lleva, intrínsecamente, un poco de magia, acción y fantasía.
Ya sé que hacer lo que a uno le gusta, más que un acto lingüistico, un acto de expresión, de significación y de comunicación presupone pleno disfrute espiritual; pero si además se suma la aprobación de los demás, las felicitaciones, los golpecitos en la espalda, o criterios como los de Vladia, una profesional que respeto y admiro mucho, nos lleva a pensar que lo que creamos puede mejorar -al menos un poquito- nuestro entorno y convertirse así en un extraordinario instrumento social.
Así lo pienso. Soy esclava de mis palabras ... y estoy orgullosa!
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