!Un momento! Yo vine aquí a darles las gracias por acompañarnos para despedir a una mujer, a la madre que no parió pero se rodeó de sobrinos, al fin y al cabo hijos y nietos con el amor que solo saben dar las buenas almas, dijo Alina Maillo y sus palabras petrificaron a muchos de los presentes.
A Alina, colega y amiga incondicional, le agradeceré siempre la despedida, este lunes 23, a un larguísimo viaje sin retorno hasta no sé dónde, de Elia Rosa González Tornés, mi tía Chela, apenas ochenta y dos años de haber nacido en un barrio periférico de Bayamo, municipio cabecera de la suroriental provincia de Granma.
Es tan fácil decir se fue luego de más de 25 días luchando contra un paro renal, isquemia y otras complicaciones, y tan difícil tener plena conciencia de que se ha alejado silenciosa -como solía hacerlo-, y físicamente hacia la mejor parte de su espacio o a un sitio quizás inexistente con su miedo al viento, a las ranas, a la lluvia, a los truenos ... ese miedo que, al decir del historiador romano Tito Livio, siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son, o de lo que en realidad pudieran ser.
La muerte le arrebató su último aliento el domingo 22, en el Hospital Carlos Manuel de Céspedes; después de ese dolor insoportable escuché a alguien en Calle Siete lamentar su ausencia; mientras yo decido caminar un poco, dejar tibia la ternura de sus días y sus noches, y al alcance de mi memoria afectiva la dulzura del rostro de mi tía Chela.
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