Tu
nombre es Bayamo, una villa que encontré a las 11:30 de una mañana de abril y
ese día, aun inconsciente de que sería mi realidad, cercana o lejana, mi madre
comenzó a enseñarme a buscar la palabra indicada para expresar mis sentimientos y mi respeto
hacia tu geografía y tu historia.
Brotaste
de las mejores raíces de Cuba, el 5 de noviembre de 1513, como San Salvador, formidablemente
hermoso, indio, rebelde, con pensamiento crítico, haciendo posible la comprensión
exacta de las grandes transformaciones sociales que vivimos y una actitud científica
que nos capacita para observar y comprender
mejor el medio que nos rodea.
En
solo instantes te convertiste en la revelación más emocionante que dio sentido a mi vida. Supe del maíz, del
cacao, y cómo cultivarlos; me hablaste de la canoa, el colibrí, el río, la jícara y la jitanjáfora de Nicolás Guillén, hasta llevarme a conformar un nosotros,
con sonidos, símbolos, comunicación, cultura
… amor.
Cuando
miro la gente al pasar, me detengo, pienso en ti y me reencuentro contigo, el
sentido del tiempo y el espacio dejan de existir, entonces el suave aroma que
desprende la brisa de la ceiba milenaria roza mi mejilla.
Calle
Siete ama y camina junto a ti, Bayamo, digna capital de la provincia de Granma, nos regalaste la marcha guerrera devenida en Himno, muestra de que esparces tus mejores melodías para que tus hijos sean
seres más completos, con soltura y sencillez; pero eso sí, más dueños de sí
mismos, más útiles, más libres.
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