He leído y releído esta crónica del colega Martín Corona Jerez y siempre me estremece, ahora Calle Siete somete a juicio público esta clase de historia que me hubiera gustado escribir.
A las 8:00 de la noche del 2 de diciembre de 2016
llega el cortejo fúnebre con las cenizas del Comandante en Jefe Fidel Castro
Ruz, al centro histórico de esta ciudad, la más cubana de Cuba.
No se ven estrellas en el cielo, es suave la brisa
y levemente mueve a miles de banderas cubanas de todos los tamaños.
Recibe a la caravana una multitud triste y
enardecida, en la capital de Granma, exactamente 60 años después del desembarco
de los expedicionarios, liderados por Fidel, del yate que da nombre al
territorio.
Entra a uno de los rincones más cálidos del
corazón de la Patria, por el espacio que une a las plazas del Himno Nacional y
de la Revolución.
Le da la vuelta a esta última, y miles de hombres,
mujeres, jóvenes y niños cantan el Himno, agitan banderas, levantan pancartas,
saludan marcialmente, dejan correr lágrimas, hacen fotos, dan vivas al héroe y
gritan ¡Yo soy Fidel!
Dar la vuelta significa apreciar la plaza que los
mambises denominaron de la Revolución, cuatro palmas, largos bancos de granito,
un busto de Perucho Figueredo, y una estatua de Carlos Manuel de Céspedes, el
Padre de la Patria.
El cortejo pasa cerca, muy cerca, de los espacios
donde nacieron Céspedes, Figueredo, Francisco Vicente Aguilera, Donato Mármol,
Manuel Muñoz y otros fundadores de la dignidad cubana.
Cerca, muy cerca, de donde el pueblo estrenó el
Himno Nacional, un dominicano firmó el acta primera de triunfo para las armas cubanas,
Céspedes decretó la abolición de la esclavitud, y centenares de patriotas
quemaron sus casas, para seguir la guerra en bosques y montañas.
Cruza ante el balcón desde el cual Fidel habló a
los bayameses, el 2 de enero de 1959, cuando encabezaba la Caravana de la
Libertad.
Bajo ese balcón, la legendaria Banda municipal de
Conciertos de Bayamo interpreta el Himno Nacional, como hicieron los fundadores
de la agrupación en 1868, cuando acompañaban a Carlos Manuel de Céspedes, el Padre
de la Patria.
También ofrece la Marcha del 26 de Julio, como en
1959, al recibir -aquí a Fidel y La Caravana de la Libertad.
Continúa su marcha el cortejo y pasa frente a los
sitios donde vieron la luz Juan Clemente Zenea, José Fornaris, José María
Izaguirre y Manuel del Socorro Rodríguez, y por delante del Retablo de los
Héroes, representativo de la generación de 1868.
Se detiene, para esperar al nuevo día, en el Parque-museo
Ñico López, que ocupa el área del cuartel Carlos Manuel de Céspedes, atacado el
26 de julio de 1953, simultáneamente con el Moncada, de Santiago de Cuba.
A Bayamo, ha llegado por la Carretera Central y
andado tramos de las calles Perucho Figueredo, Juan Clemente Zenea, Francisco
Vicente Aguilera, José Joaquín Palma, Libertad, Canducha Figueredo, Calixto
García, Francisco Maceo Osorio, José Martí, Augusto Márquez y Abighaíl
González.
Llora un pueblo, se estremece una nación, canta
lento el corazón de Cuba y veo en el cielo, porque no caben en la tierra,
gigantografías que acompañarán al Comandante en la eternidad:
¡Fidel, Cuba te llora!
¡Fidel, Granma te ama!
¡Fidel, Bayamo te adora!
¡Fidel, Manzanillo te abraza!
¡Fidel, La Demajagua te alumbra!
¡Fidel, Dos Ríos te reza!
¡Fidel, Las Coloradas te arrulla!
¡Fidel, Cinco Palmas te besa!
¡Fidel, el Cauto te espera!
¡Fidel, La Plata es tu casa!
¡Fidel, la Sierra Maestra te canta!
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