Siempre
he considerado a mi madre como una mujer inteligente, de una simpatía
arrolladora y además ingeniosa para los oficios: costurera, barbera, y unas
manos envidiables para sembrar, plantas ornamentales y medicinales, como la
mejorana, sobresalen entre sus cualidades.
El
primer día de este mayo Ebis Luisa González logró la hazaña de cumplir sus 90
primaveras, entre la algarabía de sus familiares, la emoción de Lia -la
integrante más pequeña de la casa, quien sugirió colgar sus globos- por la celebración, y el baile de mami.
Mi
hogar, como en todas las casas de Bayamo, municipio capital de la suroriental
provincia de Granma, supongo, es un rincón de Cuba con buen clima que invita a
detenerse, aunque, aparezcan nubarrones.
Elbia,
una vecina cercana me comentó esta semana que mami y ella conversaron recientemente
sobre momentos inolvidables de su temprana juventud, cómo nadie decidió sobre
sus vidas, y su relación de amor a primera vista con mi padre, así que se han
amado y respetado por más de 50 años.
En
Calle Siete la simpatía por ella es
evidente.
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