Con el bullicio habitual del
barrio nada extraño parece herir la imaginación, ni los murmullos del amanecer
perceptibles a los oídos ni los miles de sonidos confusos impiden que escuche el
susurro de Bayamo recordando que en la sección Efemérides, publicada por el
periódico La Demajagua,
en el soporte de papel, aparece que hoy es el Día mundial del árbol.
Los árboles son la vida. Y como somos
parte de un ecosistema mayor, y de
espaldas a la naturaleza no podemos vivir, me gustaría pensar que no existen en
la provincia cubana de Granma demasiadas especies de plantas en peligro de extinción
por factores de carácter antrópico; o sea, los generados por la acción directa
del hombre, quien no toma en cuenta que
diversos científicos del mundo alertan sobre las consecuencias negativas de,
por ejemplo, la tala indiscriminada.
Confieso que extraño plantas en
las principales calles del municipio en los calurosos días de verano, porque
estas regulan la temperatura, provocan una sensación de frescura y humedad mediante
la sombra que nos proporcionan, oxigenan el aire, purifican el ambiente y muestran
a visitantes y nativos el modo de fomentar los valores ambientales, la
diversidad biológica o de la biodiversidad, que es lo mismo, entre las innumerables
funciones que le presta el árbol a la vida.
Confío en que en la Mayor de las Antillas existen estrategias ambientales y de reforestación bien concebidas, además de programas para salvar las áreas protegidas.
Confío en que en la Mayor de las Antillas existen estrategias ambientales y de reforestación bien concebidas, además de programas para salvar las áreas protegidas.
Calle Siete sueña con al menos un
árbol, ora forestal, frutal o energético, en cada patio de sus
vecinos, como un primer paso hacia una conducta más respetuosa con el entorno y la
recuperación de esa importante unión de todos los seres de la naturaleza,
porque en ella está nuestra salvación.
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