Pepe, uno de los cincuenta y tantos vecinos me despertó esta mañana con la noticia de que excepto dos de los 68 pasajeros -40 cubanos y 28 extranjeros- que viajaban en el avión ATR-72-212 de Aerocaribbean se calcinaron en los propios asientos. Ya van dos días y dos noches del siniestro anochecer de noviembre y en Calle Siete no se habla de otro tema.
"Dicen que volaba a muy baja altura, dio como tres vueltas; pero comenzó a dar tumbos, a bajar rápidamente hasta que cayó y las llamas no se hicieron esperar..." Así lo describía el hombre en tanto el aire invernal se espesó para Pedro Pelegrín, quien miraba a su alrededor como buscando una respuesta, se secó la frente con un pañuelo y lo escuchaba pálido, azorado.
Puede ser por la tristeza; pero el asombro se reflejó, también, en el rostro de Mario, su hijo; y yo vi que en los ojos de Rogelio Paneque brillaba el miedo; las manos de Magalys temblaban y Martha Rivas solo atinaba a decir "Imposible".
Se hizo silencio ... y cuando parecía que no me alcanzaban las fuerzas para contarte sobre la intimidad del vuelo que salió de Santiago y se precipitó en tierras de la provincia de Sancti Spíritus al centro de la Isla, respiré profundo para vivir con Cuba su inmenso dolor.
Ya concluyó el rescate de sus restos mortales. Ellos no están, callamos; pero todavía no han dicho la última palabra.