Desde Platón y hasta Manuel Kant, pasando por Aristóteles, por los griegos estoicos y neo-platónicos, los escolásticos de la Edad Media, los
filósofos del Renacimiento y los nacionalistas de los siglos XVIII y XIX, no se ha logrado una definición exacta de la
belleza.
Eso sí, la belleza no siempre es esplendorosa;
pero está ahí para el que quiera identificarse con ella, aunque para otros
resulte alguna vez resulte desnaturalizada.
Yo, por ejemplo, siento y veo el acto de parir
como si se abriera la puerta de un mundo inmenso, no hay tejemaneje de lujo ni
de las apariencias, empero, me evoca el arte primitivo rudimentario, pero eso
sí: bello.
En la provincia de Granma, si la madre sale bien en el parto, no es por
si misma, sino por el seguimiento, desde la captación del embarazo y la
atención hasta el nacimiento del bebé.
Las nenas, para mi familia de Calle Siete, se han
multiplicado de septiembre a diciembre, como las flores de mayo: nacieron Jennifer y Lianet, de
Claudia Mendoza Escobar y Lisandra Rondón Blanco, respectivamente, para darnos felicidad y evocar una
sensación de frescura tanto como la que emana la Lila
blanca, natural y suave.
Mientras las niñas expresan su identidad en la
sociedad resultaría interesante sentarme en un rincón, mirar, disfrutar y
también sacar la cuenta de cuánto les hubiera costado, a las recién entrenadas
madres, construir el universo de las pequeñas
y el sentimiento de ser parte de esta cultura, desde el mismo instante
en el que asistieron al consultorio del médico de familia, más tarde, cuando ingresaron
al hogar materno Mariana Grajales y después al Hospital Carlos Manuel de
Céspedes, de Bayamo.
Lo más importante es que son dos niñas
esperadas con amor y llegadas como un suspiro, como ecos en el mar de
Cuba, como amanecer de primavera. Así las siento, así las veo.
Jennifer |
Lianet |