Las
imágenes de la Televisión Cubana de las huellas del huracán Irma por Cuba
todavía conmueven. ¡Qué tristeza!
Empero
la sonrisa que llega de las inagotables anécdotas nos contagia a todos y
también porque no cesa la solidaridad, la preocupación, la colaboración de las
autoridades políticas y gubernamentales. ¡Cuán saludable es ese sentimiento que
da deseos de ayudar a los demás sin intención de recibir algo a cambio!
En
la Mayor de las Antillas la solidaridad es uno de los valores esenciales para
los cubanos, y más en situaciones de desastres naturales, resulta para nosotros
más que un compromiso moral apoyar a un vecino o a familiares, o a coterráneos en
situaciones difíciles, no solo brindándole techo y comida, sino hasta un
poquito de sal si no se dio cuenta que no le alcanzaba para terminar a comida y ya están cerradas las bodegas.
Lo
que más me gusta en estos casos es la humildad, propia de seres humanos
extraordinarios, la energía y la grandeza de de los afectados y de quienes se
entregan en cuerpo y alma. Ahí están, igualmente, los brazos y las manos de las
diferentes generaciones, que no flaquean, se fortalecen.
Desde Bayamo, capital de
la provincia de Granma partieron a Camagüey para labores de recuperación
centenares de constructores, operadores, y de sectores como Servicios Comunales,
Telecomunicaciones, RadioCuba y de Azcuba, con equipos de volteo, cargadores,
vehículos multipropósito, alzadoras y motosierras. Además de otros que
entregarán su energía en otros territorios afectados.
A
Cuba la solidaridad le corre por las venas, por eso a Calle Siete le es innata,
congénita… Así lo creo.