Lianet Medina Rondón
acaba de cumplir tres años de edad y ha despuntado como una criatura que
reinventa historias. Eso lo ha saboreado Calle Siete, una de las vías de
Bayamo, capital de la provincia de Granma, como lo mejor del mundo. A veces, uno puede ver su felicidad cuando transgrede las normas de la disciplina y retoza con los colores que gravitan en sus pupilas.
Esta niña puede acelerar los latidos del corazón de cualquiera y conmoverlo, así es.
Ella entiende lo que somos, lo que
sentimos y suele comunicarse excelentemente si la persona con la que se encuentra está segura de
sí misma.
Cuando
me mira, siento que sus ojos están llenos de ternura, y resulta fácil dibujar su
sonrisa, yo la dibujo en mis pensamientos como un manantial de agua fresca que llega directo al mar; los dos fluyen mientras los
reconozco, los distingo, sobre todo al verlos; pero cuesta trabajo describirlos.
Vuela alto Lia, mi mariposa, y estoy segura de que cualquier adulto se estremece igual por el más pequeño de su casa, dentro o fuera de Cuba.