Estoy acostumbrada a llegar a la casa y
encontrarme con mis padres darles un
besito y preguntarles cómo les fue el día; pero este lunes me asusté un poco. Cuando
pregunté por mi mamá nadie supo responderme, solo algunas llamadas por teléfono
a algunos familiares me devolvieron el aliento.
Y como hace un lindo día en Bayamo, recuerdo el
mal momento de ayer y también esta linda historia que ella suele contarme desde
que era tan solo una niña, y quiero compartirla desde este mágico rincón
que es para mí Calle Siete.
Había una vez un delicado arbusto de rosas con un
árbol gigante detrás, este era muy fuerte y se burlaba de las ramas de aquel; un
día sopló un viento tempestuoso, imponente, y el árbol, orgulloso le dijo al
rosal:”Veamos si tu belleza puede protegerte”. El rosal no respondió nada,
quedó en silencio y solo se dedicó a mirarlo.
Mientras el viento soplaba cada vez con más
fuerza, el árbol se mantenía erguido; sin embargo el rosal se dobló un poco en tanto
el viento aumentaba de potencia cada vez más y más, y más … hasta que el
primero se rompió y cayó estrepitosamente.
Después, cuando el viento cesó, el rosal se levantó
despacio, con sus lindas ramas … y así, un delicado rosal demostró que
hasta la más frágil de las criaturas
puede resistir una tormenta y ver salir el sol de nuevo.
El árbol, en cambio, con toda su fuerza y su arrogancia se volvió madera y
poco a poco se secó.