La naturaleza es sabia, nos quita, nos da y hasta nos proporciona la posibilidad de tener relaciones de amistad más allá del lugar de nacimiento de cada persona, reafirmando que el mundo es mundo no obstante las fronteras. Así, los seres humanos nos aceptamos unos a otros, ora por los pensamientos, las inclinaciones, o más sencillo, si nos caemos bien o mal a simple vista.
Un amigo del sur de España, soleado y bañado por las aguas del "Guadalquivir", del Océano Atlántico y del Mare Nostrum, por demás máster financiero me habla, con sentimientos de frustración, de la insípida economía y sobre todo de esa economía de consumo que hace del hombre un ser vanidoso y lo mantiene en una pose de genuflexión.
He leído y releído sus textos, y como nos estamos despidiendo del 2010 no puedo dejar de mencionar a José Martí, el más universal de los cubanos, quien publicó en una carta al diario La Nación, de Buenos Aires, Argentina, en mayo de 1883, que "Karl Marx estudió los modos de asentar el mundo sobre nuevas bases, despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos".
Por eso, ahora mismo, veo a mis vecinos de Calle Siete aprendiendo a planificarse el bolsillo, y los oigo, a pesar de la reducida disponibilidad de recursos, delineando la estrategia trazada en el Proyecto de Lineamientos, la que, inexorablemente, nos conducirá a ajustarnos bien los pantalones, explotar las reservas con eficiencia y racionalidad, y perfeccionar el modelo económico escogido por Cuba.
Ellos saben bien lo que hacen y el porqué.