Se
conoce, desde que se descubrió la energía eléctrica, como fuente de energía renovable, que esta puede transformarse
en muchas formas: lumínica o luz, mecánica, térmica, química, nuclear, eólica, solar… y
ahora mismo se me ocurre incorporar, no sé por qué, la energía comunitaria.
En realidad,
lo digo teniendo en cuenta que la vida en Calle Siete se escapa a la imaginación
desde que la Organización Básica Eléctrica, de Bayamo, multiplicó el único transformador que transportaba su preciada carga a los metrocontadores de los hogares, desde Calle 10 hasta Avenida de los Mártires, para entregar mejor voltaje e intensidad.
Incontables apagones por sobrecarga, corto circuito o inclemencias del tiempo causaban recurrentes molestias a partir de las seis de la tarde, sin embargo, no obstante la alta dependencia de los combustibles importados para la producción de energía en Cuba, existe la voluntad política de llevar a los enchufes y tomas la necesaria para echar a andar radios, televisores, cocinas y refrigeradores, entre otros aparatos de la más diversa naturaleza que utilizamos en nuestras viviendas, de una manera más eficiente.
La provincia de Granma y el país trabajan duramente para disminuir los costos de la energía entregada, bajar la contaminación generada por la producción de energía con tecnologías más limpias y eficaces, el aprovechamiento de la bioenergía, priorizan el programa de desarrollo eólico, hidráulico y fotovoltaico, como perspectivas de la energía alternativa y las políticas para su uso eficiente.
Ello, sin contar que los esfuerzos hoy se dirigen a erradicar las pérdidas en las redes de distribución y de la Revolución Energética, una iniciativa de Fidel Castro, en busca del desarrollo independiente, seguro, sostenible, en defensa del medioambiente, con enfoque educativo, para lo cual también se apoyó en los trabajadores sociales: cambio de millones de bombillos incandecentes, molinos de viento y venta de cocinas de inducción, entre otras posibilidades para el ahorro.