¿Adónde iría a parar el humor que los cubanos
portamos en la epidermis, unas veces empleado para reflexionar y otras para no
llorar, si no contáramos con creadores como Luis Carlos Frómeta Agüero, -quien
preside la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en la provincia de Granma-
esa persona sociable, campechana y de ojos observadores de la sociedad?
Esta mañana, con un poco de orgullo y no tan
consciente del servicio social que presta,
me ha comentado sobre el preestreno por la Guerrilla de Teatreros, -dirigida
por René Reyes Blásquez- de su pieza Lo que soñó Primitivo Maruga, como parte
de la decimotercera edición de Primavera teatral, en Bayamo.
La obra, con la que incursiona como dramaturgo,
es una comedia, de una hora de duración, cuya trama nos hace guiños de
auténtico humor, ese que nos arranca una sonrisa mientras nos regala profundas
pinceladas filosóficas, humanistas,
denuncia la incongruencia entre el conocimiento sobre el contenido de un
valor social y el sentido personal que este tiene; conductas y actitudes negativas, en las que prevalecen
los intereses materiales, en la compleja
realidad económica de Cuba.
Su desenlace feliz, propio del género, relaja
tensiones y deja en el espectador una
enseñanza aleccionadora.
Manzanillo vio nacer a Frómeta Agüero, a la vida
y al arte, artista de la plástica, periodista, realizador radial y televisivo,
quien ahora prepara su monólogo Don Juan
de la Jiribilla, que pondrá en escena, también,
la Guerrilla de Teatreros.
Hasta Calle Siete ha llegado el influjo del
teatro, su escenario ha devenido en ambiente en el cual se mueve con suma
comodidad por estos días. Yo estoy tranquila porque el humor al cubano le sale por los poros y estoy lista para escuchar la voz, las palabras, el
lenguaje, los asuntos; vivir la gestualidad,
y aprehender la moraleja de una buena pieza.