Mi
madre ha sido muchas cosas en la vida, desde trabajadora doméstica y dama de
compañía hasta costurera, un oficio que
le abrió muchas puertas y que sacó a su familia de muchos apuros.
Conversando
sobre su juventud me dice ¨vamos a comenzar desde el principio¨ y recuerda cómo
aprendió a leer y a escribir motivada porque las primas se pasaban papeles y
ella no entendía ni la jota, allá en Guasimilla, un barrio rural de la
periferia del municipio de Bayamo, capital de la provincia de Granma.
¨Cuando
miro mi vida hacia atrás no me explico cómo pude aprender, ayudar a mi mamá a cuidar
de mis hermanos y años más tarde además
alfabetizar a Orlando (mi padre)¨.
Hoy
mami sobrelleva sus 87 años de edad con tratamiento para su afección cardiaca y
mi papá cumplirá en noviembre venidero 83:¨El único problema mío son las
piernas, que ya no quieren acompañarme al recorrido un día sí y otro no al
reparto Siboney, para ver cómo la han pasado mis hermanos¨, asegura.
Envejecer
es parte de la vida y no siempre resulta,
lamentablemente, un proceso idílico, he
sufrido en mis padres un poco de depresión por haber visto cómo se los dejaban
tres de sus hijos, falta de audición y uno u otro problema que los han llevado
a comprender que ya no son los mismos de antes y que requieren cuidados diferenciados.
Socialmente
el Estado dedica los recursos humanos
necesarios que garantizan salud y asistencia social para que los adultos
mayores disfruten de una vejez con óptima calidad de vida.
Al
cierre del trienio 2011-2013, la esperanza de vida al nacer de la población
cubana en general llegó a 78,45 años, cifra que coloca a la Mayor de las
Antillas entre las 25 naciones del mundo más aventajadas en ese importante indicador
del progreso humano de una sociedad.
Con
este trabajo Calle Siete quiere recordar que el primero de octubre está
declarado como Día mundial de la ancianidad.