Hoy, he admirado un poco más la belleza de mi Bayamo querido, municipio capital de la suroriental provincia cubana de Granma, que, por cierto, celebró esta mañana, en la Plaza de la Revolución, la gala político-cultural por el aniversario 59 del Triunfo de Enero.
Como amo tanto a Calle Siete, por el tiempo que le dedico a este sitio, por los amigos que tengo aquí, y también porque está por concluir el año 2017, es
que puedo disponer mis energías para contarte ahora sobre un asunto que
viene dándome vueltas en la memoria afectiva y cercana.
Me refiero a la satisfacción, a lo emocionante que me resulta trabajar en el periódico La Demajagua, en su soporte de papel, esa costumbre que ha tallado la mejor formación a mis días y en la que, asimismo, encuentra cobijo la literatura, con su lírica, su narrativa, su arte de expresión verbal; pero sobre todo que va al encuentro de los lectores para estar bien ubicada en su sitio.
Lo más importante del periodismo cubano, en mi humilde modo de apreciación, radica en que sus profesionales están conscientes de que solo la objetividad, dentro de la subjetividad real que nos acompaña y que, a veces nos hace un guiño para tratar de confundirnos, y el rigor, serán primordiales ante los desafíos del futuro, mas en un momento en el que en Cuba se repiensa su modelo socioeconómico.
Sé, que el periodismo es un oficio noble, sacrificado, complejo, con identidad, que cuenta en sus filas con personas con ansias de superación cada día para entregar a los lectores un producto de calidad y las más bellas historias de vida.
Me siento muy orgullosa de saber que se puede hacer buen periodismo, se puede ayudar a los demás y al mismo tiempo, tener la sensación de que podemos mejorar el mundo que vivimos.