La
alegría de los bayameses inunda por estos días las calles de la ciudad fundada
en 1513 por el Adelantado Diego Velásquez, fue convertida en cenizas en 1869
para no verla esclava y que entonó en un espacio público, por vez primera, hace
150 años, el Himno que es hoy canto patrio.
Esa
vida diferente a los amaneceres cotidianos, en el municipio capital de la
suroriental provincia de Granma, que tocó la sensibilidad de muchos, puede
resumirse en una frase: es la fuerza de la XXIV edición de la Fiesta de la
cubanía, por el 20 de Octubre, Día de la cultura nacional, presidida por la
espada ceremonial de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria.
La
trascendencia del acontecimiento cultural que inunda la espiritualidad de los
cubanos se inscribirá en la memoria colectiva por actividades como la
exposición de artes plásticas Estampas misceláneas de Wilfredo Díaz Rosales (Wilfrediro),
en sus 40 años como artista y taller de actuación para cine con estudiantes de
la Academia de Teatro, entre otras.
En
la diversidad de las propuestas también estuvo la competencia de danzón en la
Plaza de la Revolución, la primera plaza libre del dominio español, en Cuba; la actuación de Buena
Fe, Moncada, Tony Ávila, la Original de Manzanillo, Eliades Ochoa, el Ballet
Clásico de Camagüey; y Eslinda Núñez y Adela Legrá recibieron el homenaje de
los granmenses, además del evento teórico Crisol de la Nacionalidad Cubana.
Calle
Siete y sus vecinos retroalimentan su cotidianidad mientras observan el
crecimiento de la nación desde la savia de sus mismísimos orígenes. Siempre que
escucho o canto el Himno de Bayamo en cualquier lugar o circunstancia me
estremecen sus notas y su letra.