¿Quién quiere desempeñarse en el oficio? ¿Quién tiene vocación para una profesión en la que las dos manos se vuelven una, diestra y segura? Yo sé: Fernando Alcolea Hernández, o Pipo, el zapatero, como se le conoce en Calle Siete.
Desde que el hombre sintió la necesidad de protegerse los pies surgieron los zapatos, que han ido evolucionando de acuerdo con las diferentes formaciones económico-sociales, y aparecieron, al mismo tiempo, los zapateros remendones.
Pipo llegó mucho tiempo después, él tiene apenas cuarenta y cinco años, y aunque no gusta de recordar las circunstancias que lo llevaron a trabajar el cuero, afirma que aprendió el oficio en la cárcel de Bayamo.
Lo observo, escudriña en su memoria y dice: “Es duro recordar una etapa difícil de mi existencia, pero las enseñanzas están ahí recordándome un pasado al que no voy a volver; ahora estoy reinsertado a la sociedad gracias a las bondades del Sistema penitenciario de Cuba, a la oportunidad de ganar dinero honradamente, y al seguimiento que les brindan a quienes delinquen”.
Así es la vida, a veces son muy duras las lecciones, pero hay que aprender, y como dijo Almafuerte: “Si te postran diez veces, te levantas otras diez, otras cien, otras quinientas: no han de ser tus caídas tan violentas ni tampoco, por ley, han de ser tantas.”
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