Esta
historia no tiene que ver nada con ese alimento obtenido cuando se mezcla
azúcar con la masa y la manteca del cacao ni con ese bombón universo revestido
que puede cambiar muchas vidas: el chocolate, sino de la mascota de la casa, el
perro que me regaló Xiomara, la vecina de enfrente.
Habíamos
perdido a Cosi, una perrita bien portada, que respetaba mi espacio cuando me
veía cargando el trapeador y la escoba, se hacía a un lado y subía cuatro o cinco escalones de
la escalera interior hasta que yo terminaba, aunque, eso sí, no se perdía ni
una actividad cultural, y ya estábamos necesitando otro animalito para
domesticarlo.
Bayamo amaneció ese día hermoso, como de costumbre, por algo es la capital de la provincia cubana de Granma, y en medio de la rutina diaria
apareció aquella criatura de color marrón claro, que acepté sin consultar a
nadie más pensando que era salchicha -en realidad, solo tiene un cruce- y que
mi hermano Robert decidió nombrar Chocolate.
La
idea era encontrar y educar a otro personajillo como Cosi: tierna, dulce,
amigable… pero este ser que ahora forma parte de mi núcleo familiar, desde que
llegó, los primeros días de enero, nos traía corriendo porque trasladaba de una
habitación a otra los zapatos y cuanto objeto tenía a su alcance, resulta casi
ingobernable, además de que ladra fuerte y constante si te niegas a jugar.
Créalo
o no lo crea, lo mejor que tiene es que ahora le ha dado por practicar deporte,
quizá incentivado por los recientemente finalizados Juegos Olímpicos de Río de
Janeiro 2016, Brasil.
En
Calle Siete todos lo conocen como el perro futbolista y se da unos pases que
envidiarían Zinedine Zidane, Ronaldinho, Guti, Dennis Bergkamp, Francesco
Totti, Olivier Giroud, Bernard, Julian Draxler, Zlatan Ibrahimovic, Eric
Cantona o Lionel Messi, autores de los 11 mejores pases de gol del fútbol de todos
los tiempos.
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