Si me pidieran describir la calle donde vivo, para verla a través de mis dedos, pensaría primero en ese pedazo de vida que nos enseña a enfrentarnos cara a cara con nosotros mismos sin olvidar ni un instante el denso olor a agua dormida que recorre su geografía de punta a punta y el relieve in crescendo desde que las nubes sueltan su cargan, diariamente, hasta saturar la tierra.
Incluso, pudiera, mientras camino de una esquina a la otra para tomarme el tiempo preciso tratando de evitar el frío que recorre mi espina dorsal para anunciar que no todo anda bien, y esa preocupación aconseja construir imágenes con la palabra exacta o el mensaje elocuente, como condición inseparable para denunciar al terrorismo, una verdad que les congela el alma a los cubanos.
La provincia de Granma, tengo que decirlo sin titubeos, tiene muchas heridas abiertas por estos días.Bayamo habla de vuelo, violencia, deporte, víctimas, huérfanos, viudas, luto, atentados, broca, muerte, criminales, asesinos, Posada Carriles, Orlando Bosch, imperialismo, CIA, contubernio, Barbados, guerra, dolor y todos los demás adjetivos o sustantivos que le sirvan para caracterizar acciones y consecuencias del Gobierno de Estados Unidos con respecto a, y en contra de, Cuba.
Lo cierto es que en su mirada más íntima, pensando en que mañana se conmemora el Día de las víctimas del terrorismo de Estado, en Calle Siete no hay tiempo para la tristeza y sí para enfrentar el terrorismo en cualquiera de sus manifestaciones, e igualmente, sus vecinos denuncian la injusta prisión en cárceles norteamericanas de Cinco de sus hijos que luchan contra ese flagelo.
Esperar duele, pero finalmente la justicia llegará.
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