Llevo varios
meses que no vivo en mí. Así creo que le ha sucedido a Bayamo desde hace un
tiempo. La ciudad Monumento Nacional siente los aires renovadores por su medio
milenio; cautiva la metamorfosis de sus habitantes, y también el crecimiento económico y cultural de la capital de la
provincia de Granma, en el suroriente de Cuba.
Amanecer aquí
siempre resulta bonito, ya sea mirando el cielo, caminar por los adoquines de la Plaza del Himno, escuchar a la Banda de Conciertos o disfrutando de las obras cual testimonio de
una crónica anunciada por quienes, por herencia histórica, soltaron las amarras
a la inercia para argumentar el porqué a
la segunda villa cubana le han recordado, recurrentemente, su aniversario 500.Y como a veces
me sorprendo rememorando todo lo bueno que han vivido Calle Siete y el resto de
los bayameses, aquí les dejo unas fotos, con la ayuda de Rafael Martínez Arias,
uno de los fotógrafos del periódico La Demajagua, y la sugerencia de que hagas un
recorrido visual a la consagración del pueblo y su conexión con los festejos, que a veces no suelen ser tan buenos pero siempre resultan tan
bonitos como el amanecer en Bayamo.
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