Daniel
de Jesús, hijo mío, una de mis mayores razones para vivir. A veces, cuando por
las noches, antes de dormir, mientras escucho el silencio y parece que el mundo
se detiene, recuerdo aquel instante en
el que supe de ti y desde entonces no puedo dejar de pensarte … mucho menos cuando no estás cerca.
Tú
eres la música de mi existencia y me desesperaba porque llegara el día en el que por
fin pudiera tenerte en mis brazos. Tenía que decírtelo en cualquier momento, si
no hubiera sido por ti no hubiera conocido el amor de la maternidad.
Fue así, como el 27 de agosto de 1992, en el
Hospital Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, capital de la suroriental
provincia cubana de Granma, me hiciste la mujer más feliz del universo: me
convertiste en madre. Perdona los errores que he cometido en el aprendizaje de
este oficio tan difícil. Empero, ya eres un joven... sé que
sabrás comprenderme.
Calle
Siete lo sabe bien, solo he procurado que crezcas bien en una sociedad como la de Cuba, seas amado por la familia, tengas buena salud, te
conviertas definitivamente en un hombre de bien, que no te rindas cuando el
viento se detenga, dejes a un lado las frustraciones, las derrotas que
ocultamos todos y cumplas tus sueños, pero,
sobre todo, que seas feliz.
Hijo,
mi Daniel de Jesús, gracias por estar en mi vida y haberme enseñado tan inmenso amor.
¡Feliz cumpleaños!
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