Un antiquísimo refrán árabe recuerda que los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego; por eso, como un asomo de complicidad colectiva, de aires primaverales, buena energía, acontecimientos trascendentales y lozanos días vienen representándose el cuarto mes del año, que en Cuba tiene lo necesario para superar cualquier desafío.
En tiempos de tanta crudeza, las 30 jornada que le dan cobijo a esta etapa del 2016, se me dibujan como un organismo vivo, avispado, inteligentemente, que apela al pensamiento y a verdaderos actos de sensibilidad del hombre hacia la naturaleza y consigo mismo.
La lealtad, el más segrado bien del corazón, por mi querido Bayamo, reserva en mi memoria, por ejemplo, el nacimiento de Carlos Manuel de Céspedes, iniciador de la lucha por la independencia, quien se convirtió en Padre de la Patria cuando supeditó el amor paternal por Oscar, el menor de sus hijos, al imperativo del deber.
Están, igualmente, en el lugar donde atesoro mis recuerdos más hermosos, sucesos como el el Día internacional de la Madre Tierra y el Día del idioma Español; pero aún más cercano la realización del VII Congreso del Partido.
Empero, a estas alturas de los hechos, no puedo cambiar la invasión mercenaria por Playa Girón la madrugada del 17 de abril de 1961, en la que perecieron más 200 combatientes y resultaron asesinados civiles. En Bahía de Cochinos el imperialismo yanki sufrió su primera gran derrota en América Latina.
Aquí está Bayamo y observo un municipio que, lo mismo en abril o en diciembre, conoce y cultiva su identidad, sus tradiciones, su espacio para la creación y recreación de los valores sociales, económicos y culturales de sus hijos, eso no lo cambiaría, como no se puede borrar el pasado, porque es una lección para reflexionar; pero sí podemos empezar a escribir un mejor futuro.
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