viernes, 12 de marzo de 2010

Martí y yo

Cuando llegué la prueba de galera ya estaba. Cuando saludé, me respondió la página impresa esperando una mirada ágil e inteligente. Cuando me senté, me sonrió la cordialidad de correctores, emplanadores, linotipistas, jefes de turno, de taller…y Gutenberg me regalaba un guiño cómplice.
Era feriado -primero de mayo de 1985- y todo estaba listo: como hecho más trascendente de mi vida laboral acababa de nacer, vía diario La Demajagua, en el mundo del Periodismo.
No imaginaba yo que años después, más allá del nexo físico, frente a la máquina de escribir y un poco de voluntad estética, iba a convertir en signos gráficos la sensibilidad de una provincia y la intensidad de los sucesos de su gente.
Entonces fue, mientras aguzaba los cinco sentidos en el difícil acto de la comunicación cuando verdaderamente supe del quehacer de José Martí como cronista de su tiempo y fundador del periódico Patria, el 14 de marzo de 1892.
Conocí a ese hombre y quedé prendida a su obra por un hilo mágico que perdura en mi subconsciente, y no tengo dudas de que su estatura cautive por estos días las jornadas de los trabajadores de la Prensa en Cuba, quienes despejan nostalgias en tanto toda una avanzada de buenos soldados de la pluma reciben el homenaje sincero y el reconocimiento tácito y sin mesura.