martes, 29 de diciembre de 2015

Jennifer y Lianet, dos pequeñas bayamesas


 
Desde Platón y hasta Manuel Kant, pasando por Aristóteles, por los griegos estoicos y neo-platónicos,  los escolásticos de la Edad Media, los filósofos del Renacimiento y los nacionalistas de los siglos XVIII y XIX,  no se ha logrado una definición exacta de la belleza.
Eso sí, la belleza no siempre es esplendorosa; pero está ahí para el que quiera identificarse con ella, aunque para otros resulte alguna vez resulte desnaturalizada.
Yo, por ejemplo, siento y veo el acto de parir como si se abriera la puerta de un mundo inmenso, no hay tejemaneje de lujo ni de las apariencias, empero, me evoca el arte primitivo rudimentario, pero eso sí: bello.
En la provincia de Granma,  si la madre sale bien en el parto, no es por si misma, sino por el seguimiento, desde la captación del embarazo y la atención hasta el nacimiento del  bebé.
Las nenas, para mi familia de Calle Siete, se han multiplicado de septiembre a diciembre, como las flores de mayo: nacieron Jennifer y Lianet, de Claudia Mendoza Escobar y Lisandra Rondón Blanco, respectivamente, para darnos felicidad y evocar una sensación de  frescura tanto como la  que emana la Lila blanca, natural y suave.
Mientras las niñas expresan su identidad en la sociedad resultaría interesante sentarme en un rincón, mirar, disfrutar y también sacar la cuenta de cuánto les hubiera costado, a las recién entrenadas madres, construir el universo de las pequeñas  y el sentimiento de ser parte de esta cultura, desde el mismo instante en el que asistieron al consultorio del médico de familia, más tarde, cuando ingresaron al hogar materno Mariana Grajales y después al Hospital Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo.
Lo más importante es que son dos niñas esperadas con amor y llegadas como un suspiro, como ecos en el mar de Cuba, como amanecer de primavera. Así las siento, así las veo.
Jennifer
Lianet