viernes, 2 de diciembre de 2016

Fidel vuelve a Bayamo



Ahora mismo hay sol bueno, después de que la lluvia  quiso ajustar con su expresión en esta tierra el lamento de otoño desolado  este  25 de noviembre. Aquella noche creí que me había quedado dormida o que era un personaje de ciencia ficción, hasta que la connotación de la noticia me llevaba a respirar la cruel realidad y la tristeza abrió sus brazos.
El impacto resultó tan desgarrador me introdujo como en un espacio en el que  el dolor, la angustia y  la impotencia estuvieran prohibidos. Todavía levito ahí.
No soy la única. Siempre pensé que Fidel era eterno, ahora que está insoportablemente ausente lo reencuentro en cada obra de amor de la provincia de Granma, en los proyectos que creó, en la esperanza de los pueblos, de las personas humildes que no tienen nada que perder y esperan, al menos, una mirada de sus gobernantes; en cada esquina de mi ciudad natal, en la historia, desde la altura de sus 90 años...
Después de recorrer los cientos de kilómetros que nos separan de La Habana, hoy, por la ruta de la Caravana de la Libertad, en horas de la tarde-noche vuelve a Bayamo en una urna de cristal que resguardan sus cenizas, cobijadas con fibras de cedro y la Bandera de la estrella solitaria.
Vuelve a esta tierra granmense a los 60 años de haber desembarcado - 82 hombres- por Los Cayuelos, a dos kilómetros de playa Las Coloradas, en el municipio de Niquero en aquel barco de sueños y esperanzas: el yate Granma
Anda en un viaje hacia el futuro,  que lo llevará por la primera Plaza de la Revolución de la Isla, pasará por la Casa natal de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, y de ahí en el Parque-museo Ñico López, antiguo cuartel de la Guardia Rural, atacado por la Generación del Centenario en 1953. Al amanecer seguirá rumbo hacia  el cementerio Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba.
Quién no conoce que es un hombre magnífico, de una exquisita sensibilidad, romántico y puede, quién, en estos nueve días de duelo nacional no se ha tragado el sonido de su llanto. Quizá alguien no llore, no lo comente ni lo demuestre; yo sé que a Cuba le duele, lo siente, le importa. También a mis, vecinos de Calle Siete.