miércoles, 28 de noviembre de 2012

Tatuaje

Estoy triste, molesta conmigo misma. Mi primer pensamiento del día ha sido para Daniel de Jesús, mi hijo de 20 años de edad; lo cierto es que no quiero decir nada complicado; pero voy a empezar por el principio, o lo que es igual por aquel agosto de 1992 que me enseñó definitivamente a quererlo.
Miro su brazo y un escalofrío recorre todo mi cuerpo, es como ver deshacer lo que has estado construyendo durante toda la vida, como tirar de un hilo roto y hasta sentir la forma en que se va descosiendo, y siento,  que el frío que me ha sorprendido por estos días desnuda mis preocupaciones.
Llovizna en Bayamo, saco el brazo por la persiana de mi habitación y un deseo inmenso de caminar bajo la lluvia, para que cada gota de agua que caiga sobre mi cara, mi pelo ...  "limpie" cualquier herida existente entre los dos.
Sin embargo, hoy estamos aquí juntos. Él feliz y yo con ese dolor de no haber podido impedir el tatuaje de mi nombre en su antebrazo derecho. Me lastima en lo más profundo que no conozca las palabras de Oscar Wilde cuando dijo que amarse a sí mismo es un idilio que durará toda la vida. Lo digo sobre todo por el maltrato a la piel, y las consecuencias que pueden derivarse de ese acto.
A esta hora de la noche solo te pido que perdones los errores de tu madre y las mil maneras de echarlo a perder todo cuando casi creía que los estaba arreglando. 
 Calle Siete es consciente de que no hacía falta en el brazo si me llevas tatuada en tu corazón.