martes, 15 de mayo de 2012

El sonido del silencio

A pocos metros de mí está Vilma Güell hablando sin parar. Ella ya no sabe cómo calificar lo que significa para su familia el cumpleaños de Leandro, un amigo muy cercano con problemas de disfunción en su hogar y que ya  el Gobierno de Cuba se está encargando de reparar; la escucho, pero ya en un momento que no puedo precisar la miro y pienso en Eugenia, su mamá, aquella señora tierna hasta la  evocación de  buenas sensaciones,  y también en la fertilidad del vientre de mi madre.
Es que mami siempre está cerquita cuidándome, alentándome, intentando hacerme sonreír cuando me cree triste o preocupada y para eso me recuerda también una de las mayores razones por  las que  soy feliz desde que hace 19 años, mientras hacía correcciones en el periódico La Demajagua sentí  que dentro de mí iba a crecer una nueva vida y después de nueve meses aquella personita, de nueve libras con cuatro onzas, se adueñó definitivamente de mi corazón.
Por eso en este domingo en el que Daniel de Jesús tuvo que viajar  para cumplir con sus obligaciones con el Servicio Militar y nos separamos por vez primera un día tan especial como el de las madres, fueron recurrentes sus primeras palabras, sus frases graciosas, travesuras... y no faltó el obligado recorrido por su etapa estudiantil.
Ciertamente mi hijo ha crecido, se ha desarrollado y se hizo especialista en Artes Plásticas, lo que quiso aprender desde que apenas era un niño haciendo trazos y dibujando los muñe que trasmitía la televisión cubana. Él y yo admiramos los desvelos de mi madre porque  está siempre adelantándose para cuidar los pasos de sus hijos y además los de sus nietos e, igualmente, para seguir mostrando la belleza de la vida.
Vilma,  agradezco tus palabras porque resultaron el sonido más rítmico de mi silencio.