
Lo sé, y Calle Siete también, porque disfrutamos juntos vivencias comunes, acordes con las perspectivas de Daniel Ramírez Blanco, mientras aprendía a amar a Cuba jugando a vestirse con gorra y zambrán verdeolivo, en tanto improvisaba atmósferas militares, por encima de toda perfección académica y basándose solo en el atractivo de los modernos medios de combate.
Hoy, sin que su voluntad o la mía pueda interferir o modificar el escenario de voces de mando resonando en la explanada de la unidad que apoya el aprendizaje lo imagino preparándose en medio de hierros rechinando por doquier y un arsenal de sonidos onomatopéyicos que avisan el próximo ejercicio.

Se ha dado, sin dudas, un paso importante en la preparación del pueblo para la defensa del país; y yo contaré, cuando regrese, con un joven más fuerte física y militarmente, que llevará sobre sus hombros el compromiso social de defender la tierra de sus ancestros y que germinará para sus hijos. Estoy segura.