viernes, 25 de enero de 2019

Declaración de los artistas y creadores en Granma



Calle Siete suscribe las palabras de Luis Carlos Suárez en la reunión en la que artistas, creadores y trabajadores de la Cultura en la suroriental provincia de Granma revisaron el quehacer durante el año 2018.
Hablar de la cultura, dialogar con ella y sobre ella, es tocar el costado sensible de nuestro destino como nación, sobre todo hoy, cuando se decide en el mundo, no solo la supervivencia ecológica sino el drama terrible que viven los sueños de justicia y dignidad, agobiados por la intolerancia y el rostro, ya sin antifaz, de un imperialismo consciente de que si lacera el cuerpo de la cultura de una nación y por esa vía su identidad, puede castrar su esencia y convertirla en una caricatura mimética al servicio de sus irracionales aspiraciones.
Ni estandarización de gustos y pensamientos, ni la invitación permanente a negarnos en lo que somos, para realizar  lo que aspiran seamos, nos salva ni fortalece como nación. Pero tenemos escudos, antídotos legados por una historia de lucha y sacrificio. Y menciono uno importante: la imbricación, el diálogo permanente entre Civismo y Cultura. Grandes creadores, pensadores agudos y cultos han acompañado a la preocupación por los destinos de nuestra Patria, muchos murieron en defensa de sus ideales: nuestro José Martí, Carlos Manuel de Céspedes, Juan Clemente Zenea, Perucho Figueredo, Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), Julio Antonio Mella, Roa, Carlos Rafael Rodríguez, Rubén Martínez Villena, Pablo de la Torriente Brau, nuestro querido Comandante Fidel.
Por lo tanto, lo que valoremos hoy en este balance del trabajo realizado en el año 2018 y las proyecciones para el 2019, no está separado de nuestra historia cultural, es un momento importante, aunque lo veamos mínimo, cotidiano, porque comienza un año y valorar lo realizado puede ser la punta de una buena proa hacia el futuro. Debemos optar por una valoración crítica, que no es censura, sino ejercicio del criterio, como diría nuestro Martí. Pero esa vocación crítica no podemos relegarla a un balance del año, debe constituir un estilo de trabajo, y  será útil si la insertamos en la proyección de desarrollo que nos hemos trazado, para eso necesitamos una conciencia de nuestras aspiraciones y lo que representan para el destino de nuestra región y del país.
Pero estos contenidos no son abstractos, se recogen en un Programa Cultural que no puede convertirse en un documento permutado a una gaveta, sino un verdadero instrumento de trabajo. ¿Por dónde andamos, qué queremos, qué nos falta, con qué contamos? Si no hay una acción con un pensamiento cultural premeditado, tocado por la intencionalidad, sustituimos la valoración eficaz por “se hizo o no se hizo”, o por cifras apuradas; recordemos las diferencias entre cantidad y calidad. Y para nosotros calidad es sinónimo de cumplimiento de objetivos culturales.
Ya circulan entre nosotros las proyecciones de trabajo del Ministerio de Cultura para el año 2019. Una lectura detenida, nos muestra un pensamiento coherente y estratégico para enfrentar los grandes retos culturales en este período. Ahora bien, no basta con conocer ese proyecto de prioridades. Tan importante como conocerlo es macerarlo en un mortero de pensamiento estratégico y hacerlo vivir en el contexto de nuestra provincia. Esto requiere de independencia en el trabajo, creatividad y conocimiento de nuestras necesidades. Recordemos que nos movemos dentro de un rango de identidades y no podemos olvidar la de nuestra región con sus particularidades y prioridades específicas.
Toda esta labor lleva al frente  la enarbolada bandera de nuestra Política Cultural, sus contenidos deben acompañarnos en la cotidianidad, pensar nuestra proyección cultural desde su política, que constituye un eslabón importante en nuestro camino hacia el desarrollo de la nación como entidad soberana que nunca va, por difíciles que sean sus circunstancias vivenciales, a negociar y envilecer su destino.
Estamos conscientes de una disyuntiva compleja. Aunque somos el llamado sector de la cultura, la cultura cubana no está sectorializada, ella nos trasciende, sobre todo cuando tenemos conciencia de que no es solo arte y Literatura, que la mirada debe ser cada día más amplia, más antropológica. Es por eso que constreñir la política cultural al sector de la cultura pudiera ser una limitación que hay que vencer. La Política Cultural debe ser conocimiento de nuestras escuelas, universidades, y también de las instancias gubernamentales y políticas porque actúan directamente con proyecciones culturales de gran trascendencia, tiene que ser interiorizada permanentemente por nuestros medios de difusión masiva, para que el trabajo que realizan no niegue lo que ampara y defiende. De ahí la necesidad de fortalecer, cada día más, nuestro sistema de relaciones.
No solo la globalización neoliberal y las proyecciones hegemónicas que aspiran a dominarnos, son causa de las distorsiones en el consumo cultural. A veces las tentaciones de una popularidad a priori que termina en populismo barato, son responsables del mal gusto, del mimetismo. No resolvemos prioridades culturales queriéndonos parecer a otros para gustar. Y eso lo vemos en nuestra cotidianidad, cuando visitamos un cabaret o cuando no podemos evitar el bombardeo agresivo de imágenes que nos agreden en un largo viaje hacia la Habana en la  costosa guagua Yutong, traída al país con el esfuerzo de un Estado que trata de mejorar la vida de su población.
Pero no podemos enfrentar estos desafíos sin la superación y el estudio constante. Tenemos que acudir al estudio de la Cultura Cubana en su diacronía, es decir cómo se ha movido en el tiempo, pero también en su variante sincrónica, lo que hacemos ahora. Debemos actualizar nuestros conocimientos. Somos un país con importantísimas revistas culturales. Ahí está Temas, El Caimán Barbudo, La Gaceta de la UNEAC, UNION, Opus Habana, Tablas, Cine Cubano, por qué no La Campana, Ventana Sur, Papalote, las publicaciones del centro Juan Marinello, Casa de las Américas. Debemos vencer con el estudio la superficialidad y la pereza intelectual que tanto daño nos hace.
Un amigo, alejado por su ocupación, de los menesteres del arte y la Literatura, un día  preguntó, ¿cuál es la función que ustedes realizan? ¿Hacer actividades culturales? Sin pensar mucho le contesté, debíamos sembrar necesidades culturales. Después, sin una respuesta muy clara al por qué, me ofrecí una que no pretendo sea la única. Las actividades culturales pueden ser pasajeras, morir cuando se cierra el telón. Si las hacemos es para que ayuden a sembrar en el espíritu de las personas, la necesidad de lo bello, de la cultura auténtica. Las necesidades culturales, cuando son auténticas, son duraderas y hasta eternas. Son raíces que sostienen el gran árbol de la cultura, ellas permiten que en sus ramas aniden, las aves de nuestros sueños y todas nuestras esperanzas.