viernes, 24 de enero de 2014

El manajú

 Recuerdo el día como si fuera hoy. Olga Lidia Moreno llegó a mi casa sustancialmente veraz y nutrida de un tema tan cotidiano como las características de los árboles ornamentales; pero esta vez sobre uno  que  conoció a través de su hijo Ángel Roberto y de su nuera Yennis Argote.
Olguita es la esposa de Manuel Ángel Cardero, el médico de Calle Siete que ahora cumple misión internacionalista y solidaria en tierras de Angola, de él aprendió a amar también no solo la naturaleza sino, además, la medicina natural y tradicional.
Ya apenas recordaba el suceso cuando recién estrenado este año ella me sorprendió con unas ramas de manajú,  esa especie de 10 a 15 metros de alto, extremadamente atractiva, hojas de tres a cinco centímetros, verdes muy oscuras, carnosas, con espina en su punta,  endémica del oeste de Cuba y de las Indias Occidentales, en peligro de extinción por la pérdida de hábitat.
No lo podía creer, lo cierto es que investigando sobre sus propiedades conocí sobre las diferentes bondades terapéuticas de sus hojas, semillas, la resina de su tronco y raíces, que dejaron boquiabiertas a varias personas, incluida a Olguita, a quienes  les comenté su utilidad como antinflamatorio. Igualmente sirve contra el asma, el enfisema pulmonar y otras enfermedades respiratorias; para aliviar el reuma, la artrosis y el tétanos; eliminar granos y forúnculos de la piel y  como laxante y antihemorrágico.
Lezama Lima, en su obra Paradiso, lo describe como  servicial príncipe de su rareza ... y árbol guardián del río.  En el Diccionario de voces cubanas Esteban Pichardo asegura que es árbol  silvestre de tierras medianas o bajas ... a orillas de las sierras y ríos; y asimismo se usa para soleras  de fábricas rústicas, bastones y tintes.
Cuenta Ángel Roberto que el manajú es abundante  en La Pelúa, asentamiento  jiguanisero de la provincia de Granma. Por lo pronto conservo como reliquia las ramas que me regalaron, y ya comencé a divulgar en Bayamo sus múltiples beneficios.