viernes, 23 de octubre de 2015

Palabras de Luis Carlos Suárez el Día de la cultura cubana

Hace dos días, cuando llegaba a Calle Siete luego de uno de los aguaceros que bañan a Bayamo, provincia de Granma, por este octubre, Anabel y otras comadres,  comentaban acerca de las palabras  del destacado escritor manzanillero Luis Carlos Suárez en la gala del 20, cuando el país festejaba el Día de la cultura cubana.
En realidad, a muchas personas les ha llegado la emotividad de aquel discurso, no podía ser de otra manera viniendo de ese poeta y narrador, a quien conozco desde que estudiaba Letras en la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba. Sé de sus diversos premios y que publicó Las cigüeñas no vienen de París, Todo el mar era mío, La loma de los gatos, Velas de olvido hacia la nada, La palabra del otro y El caballero de los pájaros, entre otras obras.
Casualmente, la redacción del periódico La Demajagua me ha facilitado el documento y yo quiero hacer feliz a mis vecinas, entonces los dejo con la extrema sensibilidad de Luis Carlos Suárez:
Como un árbol que se levanta desde sus raíces, volvemos a nacer este 20 de Octubre. Siempre estamos naciendo con el Himno, porque nuestra historia es una, indivisible. Su fuerza nos viene de la raíz, de las luchas que la perpetúan y fortalecen. Pasado y presente se unen, se hermanan de forma definitiva y son la misma sangre, las mismas esperanzas.
Cultura y nación se integran en un haz redentor y es la misma luz viajando hacia los mismos sueños.
José Martí escribe y siente a Ismaelillo sobre sus espaldas y cae en Dos Ríos, para levantarse eterno y victorioso.
Zenea, el rescatado Zenea, escribió Fidelia, que se hizo sombra meciéndose en la tarde brumosa de la Isla. Él supo morir frente a la descarga de los fusileros españoles:

Mensajera peregrina

Que al pie de mi bartolina

Revolando alegre estás

¿De do vienes golondrina?

Golondrina, ¿adónde vas?

No busques, volando inquieta,

Mi tumba oscura y secreta

Golondrina, ¿no lo ves?

En la tumba del poeta

No hay un sauce ni un ciprés.

Céspedes hizo traducciones, le cantó en poema memorable Al Cauto y murió en San Lorenzo, dejando en las armas a una familia pueblo que lo bautizó Padre.
Y es que civismo y cultura  se abrazan, se identifican, inseparables, esa es una de las sustancias fecundas con los que se forjó la nación, uno de los horcones más firmes que ha sostenido esa casa que hoy nos abriga y que se llama libertad, patria, nación, futuro y destino nuestro.
Es por eso que la cultura -esa que trasciende lo artístico y extiende sus horizontes mucho más allá y toca a la puerta de la historia, de nuestras tradiciones, nuestras costumbres, nuestra hibridez, nuestro sincrético rostro para dibujar lo que somos, esa que nos tipifica y nombra-, se convierte hoy en savia para alimentar el tronco del árbol de la nación.
Los cubanos somos nuestra cultura: si la hieren nos hieren, si se distorsiona y falsifica, se nos quiebran las raíces. Es por eso que la necesitamos firme, auténtica, sobrada de universalidad mientras más abrace sus raíces a la tierra que la forjó y la vio nacer, una cultura que mire lejos, sin fronteras, porque aprendimos que “Patria es humanidad”, y nunca seremos como el aldeano vanidoso.
De humanidades se ha forjado esta cultura que el descubridor Fernando Ortiz nos hizo ver asomados a la cazuela donde se cocía el caldo de lo maravilloso cubano, una cultura que entienda la diversidad en nosotros mismos y quiera la igualdad pero ahuyente el igualitarismo, una cultura que ame lo colectivo pero que defienda la individualidad y asuma que sin la luz del árbol el bosque puede ser sombra.
Una cultura que tenga la energía y el vigor del bronce de Maceo pero que descubra que guardado, debajo del metal o integrado a él, llevaba un brote de amor y de ternura. Ese amor con el que Ernesto Che Guevara anotara el Farewell de Pablo Neruda donde dice “Amo el amor de los marineros que besan y se van/ dejan una promesa/no vuelven nunca más”.  
Una cultura que alimente lo mejor de nosotros mismos, que no permita  la deshumanización, uno de los rostros visibles y agresivos  del mundo contemporáneo, para de esta forma enfrentar a los que estandarizan las almas para matarles su almendra vital, cancelar el vuelo de la creación y negociarnos los sueños. Esta cultura que nunca va a estar del todo hecha porque siempre la vamos a estar sazonando con lo mejor de nuestras creaciones, añadiéndole todo el tiempo el condimento de nuestro patrimonio y de un estudio de la historia que trascienda la hechología para ahondar en las esencias, una historia que no sea solo materia para aprobar, sino espátula para raspar en la superficie y descubrir en lo profundo, el mural grandioso de lo que hemos sido para fortalecer esto que somos.
No hay mejor día que un 20 de Octubre para hablar de  la cultura, no hay mejor lugar que Bayamo y esta provincia de Granma para evocarla. Cuando cantamos el Himno Nacional también estamos cantando nuestra cultura, estamos entonando la vida de nuestros próceres, estamos poniéndoles ritmo y sentimiento a todos nuestros sueños, a todas nuestras esperanzas, estamos viendo en un horizonte cercano ese “sol del mundo moral” que nos entregara Cintio Vitier. Ese “sol del mundo moral” que no se apagará nunca porque esta cultura cubana que nos hermana, le entregará por siempre su luz.

De la Fiesta de la cubanía en Bayamo

Como cada octubre, Bayamo celebró la Fiesta de la cubanía, el evento teórico sobre la identidad nacional más importante del país, dedicada en su edición XXI a rememorar el aniversario 120 del reinicio de las guerras por la independencia y el 55 de la fundación de la  revista Casa de las Américas.
Las personalidades que asistieron a la celebración, como Abel Prieto Jiménez, asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, el Doctor Eduardo Torres Cuevas, historiador y director de la Biblioteca Nacional José Martí; el Máster René González Barrios, presidente del Instituto  de Historia de Cuba, el Premio Nacional de Literatura 2003 René González Zamora, Pancho Amat, la soprano María Eugenia Barrios, el dúo Buena Fe, Juan Padrón, Tony Ávila y el Ballet de Lizt Alfonso, dan cuenta del prestigio que ha ido ganando el hecho más trascendente en el ámbito cultural en la provincia de Granma.
En el encuentro, al que también asistieron investigadores, especialistas, arqueólogos e intelectuales cubanos y latinoamericanos, las artes plásticas, el cine y el teatro estimularon el intercambio enriquecedor entre creadores, especialistas y aficionados con el pueblo, además de las conferencias, venta de libros y revistas, ferias de artesanía, exposición de artes plásticas y museísticas, actuación de grupor musicales, danzarios y teatrales, que diversificaron las opciones desde el 17 hasta el 20 y movieron a los vecinos de Calle Siete.
Lástima que coincidieran más de una actividad en determinados horarios y se dieran fallas organizativas como cambio de horario,la falta de audio o su llegada tarde a algún que otro sitio.
Desde 1994 nació la Fiesta de la cubanía por una idea de Armando Hart Dávalos, sustentada en los hechos del 10 de octubre de 1868, cuya culminación desde elinicio de lo cubano y la nacionalidad cubana, sucede con la toma de Bayamo, el 20, cuando se interpreta la marcha guerrera La Bayamesa, que se convirtió en nuestro Himno Nacional.