Es 23 de abril. Confío en este día y salgo a caminar pensando en la Inocencia de mi abuela materna, la misma que estuviera festejando sus 94 y que colgó su apariencia físico-material hace algunos años, con una bien dibujada sonrisa; y la palabra suave, tierna, dulce e intemporal de sus sueños y su amor, calma la sed en la memoria de mi madre.
Es 23 de abril. Aquí están Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el inca Garcilaso de la Vega. A intervalos, desde las hojas rotas a la tarde, te busco en los contornos de la vida, del germen, de la esencia, del libro y del idioma, mientras cargo mis lecturas, mis dictados, mi blog, mis crónicas, mis quijotescos molinos de viento ... y otros detalles, como los de Calle Siete.
Es 23 de abril. Confío en este día y en el eco de las piedras de mi Bayamo encuentro el modo sutil y sublime de invitar a todos los hablantes de Español -que ya somos más de 450 millones-, precisamente hoy, Día del idioma, a equilibrar la balanza del pensamiento, la conducta y la disposición de convertir, en un mundo de fonemas y lexemas, lo imaginario en real.
Es 23 de abril Javier Milanés Leyva, un joven que está de cumpleaños, me felicita y lo felicito. Un niño ríe a carcajada y se me antoja que su risa es la magia, el camino de la felicidad para la Lengua Española, la cultura y la identidad.
Es 23 de abril y a mí me gusta hablar Español.
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