Es 5 de noviembre. A unos 772 kilómetros al Este de La Habana, Milagro Aguilar Boza se ha despertado con una predisposición plena de energía, mientras nos retorna a las raíces de la segunda villa fundada por el español Diego Velázquez, las mismas que nos revelan el sacrificio de Hatuey, la poesía de su paisaje, el arrullo de su río, sus costumbres y la quema necesaria.
Aquí está la historia viva, “el fénix redentor”, como lo definió el escritor, filósofo, pensador y pedagogo cubano Enrique José Varona.
La ciudad cumple 496 años y sus entrañas no pueden negarse a reconocer en el rostro de esta mujer, la fusión amorosa del indio, del español y del africano, que marcó la naturaleza personalísima de sus pobladores y una voluntad aferrada a la convicción de que la inteligencia, la sagacidad, el talento y el buen hacer constituyen el soporte básico del día a día.
“En este privilegiado sitio de Cuba -afirma- resonaron por primera vez las notas del Himno Nacional; nació La Bayamesa que unió a Carlos Manuel de Céspedes (el Padre de la Patria), al poeta José Fornaris y al músico Francisco del Castillo y Moreno en una serenata histórica que, de canción romántica, se convirtió en bélica cuando requirió el esfuerzo de sus mejores hijos.”
Culturalmente Bayamo, musa e inspiración, jamás ha dejado escapar detalles de la modernidad de su imagen que se afianza entre los contrastes de estos tiempos y sus tradiciones. Y no le bastan 496 años porque quiere seguir trascendiendo sin dejar de mirar al horizonte.
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