´Todos los caminos no conducen a Roma sino al conocimiento”, es lo que he aprendido de un hombre del que no puedo dejar de contarte: José Luis Arévalo Reyes, el repostero; pero, vayamos despacio, porque ni yo misma puedo imaginar cuánto honra a Calle Siete hablar de los oficios.
Detrás de la filosofía de cada grano de harina manipulada por este moreno de 40 años de edad parece asentarse el ábrete sésamo de una humildad que inunda su sonrisa: "Haz solo lo que amas y serás feliz”…, y lo acuna en cada una de las delicias que prepara: pasteles o pránganas, estas últimas constituyen su especialización, con recetas que se han convertido en secreto de familia. ¿Quién se resiste a probarlas?
Yo no, y menos ahora que me ha confesado que los productos elaborados a base de harina proporcionan energía calórica, potencia, dinamismo, y mantiene al organismo funcionando como un buen reloj.
Jose, como se le conoce Bayamo y otras regiones de la geografía de la provincia de Granma y de Cuba, asido a la tabla salvadora del aprendizaje, también aprendió, de Gaudencio Güell, su suegro, el ABC de la cerrajería, y es un cerrajero de los buenos.
Y porque hace lo que ama, José Luis está benditamente condenado al éxito.
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