Ahora que está de fiesta la lectura con la Feria internacional del libro 2017, en la provincia de Granma, recurre a mi memoria la visita a la Empresa de acopio, beneficio y torcido de tabaco, ubicada en Bayamo, de una representación de trabajadores del periódico La Demajagua para intercambiar con lectores de tabaquería, mientras estos últimos recibían una acción de superación profesional.
Aun cuando es un oficio que comenzó a mediados del siglo XIX, con los hombres y estuvo proyectado como medio para aliviar las largas jornadas de quienes enfrascados en su labor artesanal de crear manualmente el tabaco, además de elevar su acervo, me percaté de que la mayoría de los participantes eran mujeres, escuché cómo organizan el tiempo, la lectura de temas y obras literarias tanto cubanas, como clásicas de la Literatura Universal, para elevar el nivel cultural del gremio.
El lector de tabaquería debe tener cualidades, como voz clara, pronunciación correcta, ser culto para imprimir la emoción requerida por los textos y poder evacuar las dudas en discusiones
sobre asuntos históricos, científicos, literarios o de otro tipo.
En el encuentro, el Máster en Ciencias Eugenio Pérez Almarales, director de la editorial habló de la fundación de la publicación, los suplementos cultural Vértice y Montañas, dirigido a la serranía, cómo el sitio web lademajagua.cu multiplica sus contenidos en las páginas sociales Facebook y Twitter y la importancia y la voluntad, tanto de Pérez Almarales, como de Alfredo Cedeño Hernández, director del citado centro, de que los lectores de tabaquería integren las filas de corresponsales voluntarios, además del compromiso de un recorrido por las fábricas del territorio.
Calle Siete recuerda la hermosa relación entre el tabaco hecho a mano y la lectura como parte de la espiritualidad en su proceso de creación en las marcas cubanas que adoptaron nombres de vitolas como Romeo y Julieta, de Shakespeare y El Conde de Montecristi, de Alejandro Dumas.
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