Cuando los días en Bayamo me despiertan con lluvia me gusta refugiarme en el hermoso jardín -bajo techo- de Ana Luisa, mi hermana que vive en los altos de la casa. Tiene unas manos divinas, como dice mi mamá, para sembrar, transplantar y cuidar de las plantas; pero lo que más me asombra es la comprensión y la conciencia adquirida sobre los problemas del medio ambiente en la actualidad.
"Me llenan de alegría, le dan calidez al hogar, causan un efecto ornamental que me enamora, siento la necesidad de verlas florecer, sobre todo las orquídeas, además de que puedo contribuir con mi jardín a la reducción de la carga contaminante". Me ha confesado y he visto el brillo de sus ojos verdes.
"Mira, me comenta feliz, las plantas de colores claros provocan una sensación óptica de mayor espacio porque reflejan más la luz; psicológicamente hasta de lejanía que también se logra con las plantas de hojas pequeñitas, y un efecto visual estético muy rico y variado.
Calle Siete está consciente de que no es el único jardín interior de Cuba, empero, a veces la ve como una paisajista, porque combina armónicamente materiales naturales y/o artificiales de modo tan sabio que le dan a su casa un toque de belleza inigualable. No hay una sola `pieza de su vivienda sin una mata: en las esquinas, la mesa del comedor, la sala ...
No recuerdo cómo llegó a su vida la primera planta; pero siento que desde ese espacio bien aprovechado, mi hermana Ana defiende la sonrisa, la vida y la tierra que pisa.
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