jueves, 25 de agosto de 2016

Fidel


Quiero aclarar que he vivido en carne y hueso, desde Bayamo y Santiago de Cuba, la Ciudad Heroica, la historia de los últimos 50 años de Cuba y las de su más universal protagonista.
Dice mi madre que los hombres enamorados (también incluye a las mujeres) pierden  el juicio, la razón… pero con este hombre, de quien hablo, sucedió lo contrario. El amor, hacedor de milagros, despejó sus locuras y logró muchas transformaciones en todos los ámbitos de la sociedad.
Yo creo en el amor. A este hombre lo conocí, primero, por las fotografías que llegaban hasta la sombra de la mata de almendras del patio. Recuerdo que mi padre hablaba  sin deformarlo, describiendo la silueta  que habitaba en mí de aquel gigante barbudo, vestido de verde olivo.
Poco a poco quise continuar escuchando de sueños y romanticismo. Las virtudes que mis padres no exaltaban de él encajaban perfectamente con mis anhelos, así como las peculiaridades que no minimizaban le daban sentido a mis inquietudes. Hasta que un día…
En  1972, en la secundaria básica en el campo Batalla de Mal Tiempo, Veguita No.3, dirigida por Guillermo Almenares, en el municipio de Yara, provincia de Granma fui especialmente dichosa: Fidel visitaba mi escuela.
Su voz, como siempre irradiaba admiración, seguridad, respeto. Vi lágrimas de emoción y sonrisas en mis compañeros de estudio, y yo le entregué, entonces, toda la ternura que pude evocar de la infancia.
La última vez que estuve cerca fue el día 13 reciente, mientras el país celebraba su cumpleaños 90. Gracias a ti, Fidel, este mes ha sido hermoso, muy hermoso para Calle Siete.

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